El pago de Hacienda Queiles se ubica en el pequeño Valle del Queiles, al sur de Navarra, en tierra de suelos pedregosos y pobres marcada por una climatología dura y de fuertes contrastes, las nieves de la Sierra del Moncayo, el fuerte viento de cierzo y las altas temperaturas del desierto de Bardenas Reales, reserva de la biosfera. El valle ha estado siempre unido al cultivo del olivo y de la vid. En concreto el Pago de Hacienda Queiles formaba parte de las antiguas tierras que pertenecieron al monasterio cisterciense de Tulebras del S. XII.
El olivar es de la variedad Arbequina, plantado a vaso y desde sus comienzos en este pago se ha practicado una agricultura ecológica y su Aceite de Oliva Virgen Extra ha estado siempre certificado como producto ecológico. Es parte de nuestra filosofía la contribución a la sostenibilidad de nuestro entorno y el cuidado del medio ambiente.
La cosecha se realiza entre finales del mes de octubre y la primera quincena de noviembre, siempre dependiendo del modelo idóneo de maduración en que se encuentra el fruto, la recogida es mecanizada evitando así que el árbol y el fruto sean dañados. Las aceitunas se transportan en cajas, con un peso mínimo, directamente hasta la almazara ubicada en el mismo pago, en un tiempo muy reducido, iniciándose su molturación de inmediato con el fin de que no pierdan propiedades.
La almazara de Hacienda Queiles utiliza la más moderna tecnología para la elaboración de su Aceite de Oliva Virgen Extra que es la única calidad que produce, siempre con sus propias aceitunas y por tanto con una trazabilidad perfecta. A lo largo de 20 años la excelencia de sus aceites ha sido reconocida por los más prestigiosos catadores del mundo convirtiendo a ABBAE DE QUEILES en un Aceite de Oliva Virgen Extra de referencia.
Fase visual: de color amarillo dorado limpio.
Fase olfativa: el aceite presenta un aroma verde profundo y fresco, como la hierba recién cortada.
Fase Gustativa: en boca, predomina la sensación de fruta madura en su punto óptimo, como el plátano, la pera y la manzana roja. De picor bajo y amargor casi inexistente, resalta el potente aroma de la arbequina.
La elegancia de este aceite expresa la armonía que crea el ensamblaje de sus registros, donde nariz y boca se funden y crean un equilibrio innato.